Hay una escena que se repite en muchos proyectos culturales: después de meses de trabajo, llega el momento de presentar los resultados. Se preparan tablas, porcentajes, gráficos, párrafos técnicos… y, sin embargo, los financiadores apenas hojean el informe. La comunidad lo encuentra difícil de leer. Los artistas y el equipo sienten que el esfuerzo no se percibe en toda su dimensión.
La buena noticia es que hay otra manera de contarlo: a través de infografías e informes visuales. Herramientas que convierten los datos en historias visuales, comprensibles, atractivas y, sobre todo, memorables.
Por qué lo visual importa tanto
Vivimos en una era saturada de información. Los stakeholders —financiadores, instituciones, patrocinadores, comunidades locales— no tienen tiempo para leer informes extensos. Por eso, un diseño claro y visual no es una cuestión estética: es una estrategia de comunicación.
Un informe visual permite:
- Sintetizar grandes volúmenes de datos en una mirada rápida.
- Mostrar relaciones y resultados de manera intuitiva.
- Facilitar la comprensión para públicos no técnicos.
- Potenciar la credibilidad y profesionalidad del proyecto.
En el ámbito cultural, donde los impactos muchas veces son emocionales o intangibles, la visualización ayuda a hacer visible lo invisible.
Qué debe incluir un buen informe visual
1. Una narrativa clara
Todo informe, incluso el más visual, necesita un hilo conductor:
- Qué hicimos (actividades, participantes).
- Por qué lo hicimos (objetivos de impacto).
- Qué conseguimos (resultados medibles).
- Qué aprendimos (retos, mejoras, próximos pasos).
2. Datos relevantes y humanos
Los números deben acompañarse de contexto o de pequeñas historias que les den sentido. Por ejemplo:
“El 70 % de los asistentes dijo sentirse más conectado con su barrio después del festival.”
Junto al dato, una cita breve o una imagen de la actividad refuerza el mensaje.
3. Visuales bien elegidos
- Gráficos circulares o de barras: para mostrar porcentajes de asistencia, diversidad de públicos, etc.
- Mapas: para visualizar el alcance territorial o la procedencia de los participantes.
- Iconos e ilustraciones: para humanizar y simplificar la lectura.
- Cronogramas: para contar la evolución del proyecto o su impacto a lo largo del tiempo.
4. Brevedad y ritmo
Un informe visual debe leerse en pocos minutos. Cada bloque de información tiene que ser breve, claro y visualmente respirable.
Herramientas útiles para crear infografías e informes visuales
- Canva: ideal para proyectos culturales sin equipo de diseño. Plantillas profesionales y fáciles de editar.
- Piktochart: perfecta para informes de impacto con datos numéricos.
- Infogram: pensada para quienes quieren integrar gráficos interactivos.
- Adobe Express (antiguo Spark): buena opción para informes narrativos visuales.
- Tableau o Power BI: para proyectos grandes que necesiten dashboards profesionales.
Ejemplo práctico
Un centro cultural municipal elabora su memoria anual. En lugar de un PDF de 60 páginas, crea un informe visual de 6 secciones:
- Quiénes somos: breve descripción y misión.
- Qué hicimos: calendario con los principales eventos.
- A quién llegamos: gráfico con perfiles del público.
- Qué generamos: indicadores sociales, económicos y culturales.
- Historias reales: tres testimonios breves con foto.
- Qué viene después: próximos objetivos.
El resultado: un documento de 10 páginas lleno de color, claro y compartible en redes. Los financiadores lo leen completo, los medios locales lo citan, y el público se siente parte de los resultados.
Consejos finales para informes visuales eficaces
- Empieza con una idea fuerte: elige un mensaje central (“la cultura que transforma nuestro barrio”).
- No satures: cada página o diapositiva debe tener un solo foco.
- Cuida la legibilidad: colores, contrastes y tipografías limpias.
- Incluye testimonios y fotografías auténticas: aportan cercanía.
- Adapta el formato: PDF descargable, versión web y piezas para redes sociales.
Conclusión: mostrar el impacto es parte del impacto
Las infografías e informes visuales no son un añadido decorativo, sino una herramienta estratégica. Permiten que los resultados de un proyecto cultural no se pierdan entre papeles, sino que lleguen, convenzan y emocionen.
Porque comunicar bien el impacto también es una forma de multiplicarlo: cuando los datos se vuelven historias visuales, el valor de la cultura se entiende mejor, se comparte más y deja una huella más profunda en quienes la apoyan y la viven.