Economía de la atención: ¿qué pasa cuando la obra compite con TikTok?

Vivimos en una época en la que el recurso más escaso no es el dinero ni la tecnología, sino la atención. En un mundo hiperconectado, cada notificación, cada vídeo corto, cada scroll infinito compite por segundos de nuestra mirada.

En ese océano digital, ¿qué lugar ocupa la cultura? ¿Cómo puede un concierto, una exposición o una obra literaria encontrar espacio en medio de un timeline saturado de estímulos rápidos y virales?

La llamada economía de la atención describe este escenario: un mercado donde lo valioso no es solo lo que se produce, sino la capacidad de atraer y retener la atención de los públicos.

La cultura frente al algoritmo

Plataformas como TikTok, Instagram o YouTube han convertido la atención en su moneda principal. Cuanto más tiempo pasa el usuario dentro, más rentable es para ellas. El resultado: un diseño basado en la inmediatez, la gratificación instantánea y el consumo rápido de contenidos.

Para los proyectos culturales, esto supone un choque:

  • La cultura necesita tiempo largo: escuchar una sinfonía, leer un libro o recorrer una exposición exige concentración.

  • Los algoritmos premian lo corto y viral: clips de segundos, frases contundentes, impactos inmediatos.

La pregunta es evidente: ¿puede una obra cultural sobrevivir en este ecosistema?

Estrategias creativas sin caer en lo superficial

1. Fragmentar sin perder profundidad

No se trata de reducir una obra a un eslogan, sino de mostrar fragmentos que inviten a descubrir más. Un ensayo puede compartirse en citas breves; un concierto en clips de ensayo; una exposición en imágenes de montaje.

2. Contar el proceso, no solo el resultado

Los públicos valoran ver el “detrás de cámaras”. Mostrar cómo se construye una pieza, los errores, los momentos de inspiración, genera cercanía y despierta interés real.

3. Crear experiencias híbridas

Combinar lo digital con lo presencial: un reto en TikTok que termina en un festival, o una campaña online que culmina en una exposición. Lo digital no sustituye, sino que abre la puerta a la experiencia cultural completa.

4. Apostar por la narrativa

En un mar de contenidos desordenados, lo que conecta es la historia. Explicar por qué una obra existe, qué emociones la atraviesan o qué preguntas plantea puede ser más potente que una promoción directa.

5. Recuperar espacios propios

No todo depende de las plataformas. Newsletters, podcasts o comunidades en línea permiten construir relaciones más sostenibles, sin depender de algoritmos que cambian cada mes.

La atención como acto político y cultural

Reclamar la atención del público no debería significar caer en la lógica del ruido y la superficialidad. Al contrario: puede ser una invitación a crear pausas en medio de la velocidad, a reivindicar que la cultura requiere tiempo, concentración y silencio.

Competir con TikTok no siempre es ganar en su terreno. A veces es justo lo contrario: ofrecer algo que las plataformas rápidas no pueden dar, un espacio para detenerse, sentir y pensar.

La economía de la atención nos recuerda que lo más valioso no es solo atraer miradas, sino merecerlas. Y ahí la cultura sigue teniendo una fuerza única: la capacidad de transformar segundos dispersos en experiencias memorables.


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