EMPRENDIMIENTO MUSICAL


Un espacio para debatir sobre cualquier cuestión sobre la gestión empresarial de los proyectos y cómo equilibrar los proyectos artísticos con creativos. 

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"Nihilismo en los estudiantes de música"

Hace poco, en redes sociales, vi una publicación (titulada como esta entrada) que afirmaba que: 

  • Dadas las muchas adversidades del mundo actual, un gran sector de la juventud se ha visto superado por el "pesimismo social".
  • Por ello, son pocas personas las que realizan acciones que "faciliten" sus propias circunstancias (unión en asociaciones, asistencia a eventos profesionales, formación complementaria etc.).
  • En general, se argumenta que es un esfuerzo demasiado grande que no tiene utilidad, ninguna, por lo que no compensa la inversión de tiempo en estos fines. 
  • Lo que consume el tiempo del estudiantado es (según estudios de 2017, 2018 y 2021) la "sobrecarga universitaria" unida a altos niveles de desmotivación. 
  • El tiempo de ocio que queda, generalmente se dedica al más desenfrenado consumismo, dejando de lado la cultura, el crecimiento y realización personal, suponiendo esto un gran varapalo para su autoestima. 

Todo ello, según da a entender la publicación, contribuye al aumento progresivo del rechazo por la acción.

¿Opiniones?

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Personalmente, creo que el conflicto de la pasividad actual del estudiantado (históricamente un gran agente de protesta y cambio) es una consecuencia más de los modelos de ocio y socialización actuales, basados en lo efímero y según las prácticas hedonistas más inmediatas. El problema es que hoy en día hemos entrado en un círculo vicioso; una gran bola de nieve rodando montaña abajo cada vez con más velocidad y destinada a chocarse estrepitosamente con el primer gran obstáculo que se encuentre. Como persona que ha tomado parte en movimientos sociales y asociativos, pienso que es imprescindible comenzar a ponerle trabas a la expansión de este mal: solo la unión en colectivo puede conseguir transformaciones relevantes que además de mejorar nuestras vidas sirvan como demostración de que sí "sirve para algo" el trabajo en común y la realización de esfuerzos adicionales a lo que estrictamente se nos exige.
Solo de esa manera conseguiremos cambiar las cosas.

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Jorge Cantero
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Totalmente de acuerdo, comparto la postura, y añado: 

Como socios culturales y profesionales de la música, debemos prevenir (en la medida de lo posible) que la cultura de la inmediatez ataque todavía más a nuestra comunidad o industria. Soy creyente de que la preparación siempre será recompensada y saldrá avante, y es algo que justamente nos ha caracterizado y separado de otras cuestiones donde se ve involucrada la participación de la gente. No dejemos morir el valor que cada uno de nosotros puede aportar, aprender y servir. La música siempre tendrá sus formas de destacar, y sobre todo con la diferenciación que cada uno de nosotros podamos aportar. Considero oportuno creer que esta avalancha de contratiempos hacia nuestra comunidad e intereses tendrá su fin en algunos años, como hemos visto en algunas tempestades pasadas.

Tal vez nos sirva cambiar el enfoque hacia la construcción de un futuro óptimo: ¿qué podemos hacer diferente para que se interesen los estudiantes?, ¿qué podemos mejorar?, ¿qué debemos prevenir para evitar colapsos institucionales?

Todo esto para evitar conflictos internos o detenimientos de nuestras carreras, derivados de la angustiante pregunta: ¿Para qué?

Gracias.

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Jonacho Benítez
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La sensación de que “no sirve para nada” organizarse, luchar o invertir tiempo en algo que no tenga un beneficio inmediato y personal es una constante en nuestros días. Sin embargo, pienso que parte del problema es que el estudiantado (y todos) forma parte un sistema que fomenta el agotamiento y el aislamiento individual como norma. La sobrecarga académica, la ansiedad por el futuro laboral y la hiperconexión digital nos crean un caldo de cultivo perfecto para la apatía. Y por supuesto que es cierto que en este contexto resulta más fácil refugiarse en el ocio inmediato y el consumo que dar el salto hacia la acción colectiva.

Ahora bien, si no encontramos salidas, lo que se está deteriorando no es solo la capacidad de movilización social, sino la propia autoestima y la confianza en que el cambio es posible. Y esa pérdida de confianza es, precisamente, lo que más conviene a los poderes que desean una juventud desarticulada.
Creo que las soluciones no pueden limitarse a pedir “más compromiso”, porque eso suena a reproche y no genera movimiento real. Habría que proponer espacios de participación accesibles, atractivos y útiles: asociaciones con proyectos concretos que tengan resultados tangibles en la vida cotidiana, redes de apoyo mutuo que respondan a necesidades inmediatas (desde asesoría en trámites universitarios hasta ayuda psicológica o económica), actividades culturales y formativas que percibamos como enriquecimiento real y no como “carga extra”. En otras palabras: dar razones plausibles con objetivos realistas para sentir que el esfuerzo en colectivo tiene recompensa.

También creo que es importante clave transformar el imaginario: sustituir la idea de “sacrificio inútil” por la de “inversión en comunidad”. Y eso requiere compartir experiencias prácticas de éxito compartido, por pequeñas que sean. Incluso logros modestos, que si se viven o se comparten en grupo, ayudan a revertir el pesimismo.

Sin duda, Oscar, que recuperar la unión y el trabajo en común es la única vía que ha demostrado históricamente abrir caminos de transformación. No obstante, debemos reconocer que la estrategia hoy tiene que ser distinta: menos solemne, más flexible, con una comunicación que dialogue con las lógicas digitales y los lenguajes actuales. Solo así podremos romper el círculo vicioso del desánimo y reconstruir la convicción de que la acción colectiva no solo sirve, sino que es imprescindible.

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María Martín
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Gracias por compartir vuestras ideas, la verdad es que ahora mismo opino igual que vosotros... A continuación aporto las posibles razones y reflexiones que a lo largo de este tiempo he tenido y tengo.

En primer lugar, creo que existen unas expectativas irreales que chocan plenamente con la realidad: desde bien pequeños escuchamos que la música es pasión y vocación, pero ¿qué pasa cuando descubrimos la precariedad laboral y la falta de oportunidades en muchas ocasiones? El mito del "si eres bueno tendrás éxito" se rompe y aparece la sensación de vacío.
Por otro lado, seguimos observando que muchos estudiantes siguen pensando que existen pocas salidas laborales, o al menos no las ven claras: después de años de estudio, muchos ven pocos caminos; docencia o freelancing mal pagado, también instrumentistas de orquesta. Esto genera una pregunta incómoda: ¿para qué tanto esfuerzo si no hay estabilidad?

También entra nuestro sistema educativo todavía en muchas cosas desactualizado...
La existencia de una comparación constante y cultura (como bien habéis hablado) de la inmediatez.
La dificultad para unir pasión y sostenibilidad..., ausencia de referentes y proyectos colaborativos...
Dentro de los centros educativos y después una vez fuera, la presión por la excelencia técnica: en muchas ocasiones se prioriza la perfección sobre la creatividad y la conexión emocional. Si no alcanzas los estándares, te sientes un fracaso.
Por supuesto, la falta de acompañamiento emocional: ¿dónde está la salud mental en los conservatorios? Muchos estudiantes se sienten solos...
Y, por último, pero no menos importante, la desconexión entre arte y propósito social: si percibes que la música no tiene un impacto real, ¿para qué seguir dedicándole en muchas ocasiones la vida?

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